“La Universidad debe tener sus lumbres abiertas… habrá de impedir la
entrada al dogmatismo, de cualquier índole que sea, porque dogmatismo es
intransigencia, rigidez inadaptable a la movilidad real, paro de la
investigación y de la crítica, barrera de la inteligencia”
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Jesús Enrique Lossada
Hace pocos días se celebraba un evento
interesante en una de las universidades prestigiosas del llano venezolano y que
durante mucho tiempo ha venido formando los cuadros profesionales egresados que
se desempeñan en diversos contextos e instituciones públicas y privadas del sur
de Venezuela y en otras ciudades importantes de la geografía nacional
venezolana. Nos referimos
específicamente a un concurso abierto al público para escoger los mejores profesionales
de la docencia que tendrán como desafío continuar la formación de estudiantes
universitarios en las carreras y especialidades ofrecidas en esa casa de
estudios. Para este noble cometido se
aplicó un proceso en tres dimensiones: presentación de credenciales, una prueba
escrita y una exposición del contenido del programa para el cual la persona
estaba concursando.
Pues bien, los concursantes se
sometieron a las exigencias que la referida casa de estudios había establecido
y se procedió a darle curso al proceso que significaba un concurso de altura,
donde la mayor ganancia para cualquier centro de producción en materia de
conocimientos sobre todo cuando hablamos de universidades de trayectoria, es el
privilegio de la academia, por supuesto aunado a la vocación y compromiso del
aspirante en dar todo cuanto sea necesario en aras de lograr menudo fin. Esto también está articulado con políticas de
estado en materia de educación universitaria para la formación de los mejores
cuadros de profesionales que saldrán al campo laboral con altos perfiles en las
respectivas áreas y especialidades en las cuales se forman sus estudiantes.
Ahora bien, en pleno siglo XXI, donde
podemos evidenciar importantes avances tecnológicos, científicos, de mayor
acceso a la información, a nivel planetario, un altísimo desarrollo del talento
humano, y donde hay una carrera imparable para potenciar líneas de
investigación, concatenado a la creación, extensión entre otras tareas
institucionales, nos encontramos en una parte de Venezuela, que al parecer se
quedó años luz de tales avances y progreso cuando somos fieles testigos de
vicios primitivos que por mucho tiempo han marcado a nuestras sociedades, y
quizá ahora más que nunca, se demanda una emancipación de tales perversiones
como: nepotismo, tráfico de influencias, inflar calificaciones pasando por
encima de auténticas capacidades, manejos oscuros en cuanto a la recepción de
documentos que avalen y puedan legitimar los estudios del o la aspirante.
Aparentemente se ha filtrado
información donde presuntamente fueron cambiados exámenes para favorecer a
grupos de personas que no están dentro del perfil y preparación exigida, allegadas
a funcionarios de alto nivel como vicerrectores, coordinadores o cualquier
otro. Lo cierto es, lo que en un
principio lucía como algo innovador y que permitiría aceitar los diversos
engranajes que ponen en movimiento esa gran maquinaria llamada Centros de
Formación Universitaria, proceso que terminó por convertirse en todo un manojo
de corruptelas que terminan aplastando cualquier intento por reivindicar la
sana labor referente al área de docencia, en el marco del deber ser de una
universidad nacional con características experimentales.
Sabemos que no todos los que
participaron en el proceso son responsables de tanta arbitrariedad que atenta
en primer lugar en contra de la academia, pero también contra quienes han
preferido apelar a esos valores que enaltecen al ser humano en su más plena
esencia. Sin embargo, hay un declarado
silencio que hace cómplice hasta quienes en un principio, con cargo de
conciencia, de manera muy asolapada manifestaron su descontento. Es muy triste para todas esas personas que
además de no hacerle daño a nadie, tienen un conjunto de condiciones personales
relacionada en primer lugar con un alto performace investigativo, divulgación
de trabajos, demostraciones de su función docente con aplicación de
cooperación, liderazgo, creatividad, dominio personal como docente, estrategas
sistemáticos para tratar de captar en todo momento la atención de quien se
nutre de tales enseñanzas. Es decir, hacemos referencia a esas personas que han
dedicado la mayor parte de sus vidas a los estudios, a formarse como
profesionales, a curtirse del buen saber, de conocimientos, de una cultura
universal, sobre todos quienes han hecho de la lectura un hábito permanente y
sistemático. Es vergonzoso, que tengan
que encontrarse en medio de semejante frustración. Pareciese que vivimos en un mundo totalmente
al revés. Un contexto bordeado de un enorme charcal, un verdadero caldo de
cultivo cuyos más conspicuos ingredientes ente muchos otros: la viveza, la
ignorancia, la incapacidad, carencia de todo tipo de moral y de ética,
calificativos que terminan por enquistarse como algo normal, sin derecho a
réplica, y bajo un precepto de clara obediencia, los propios reyes de la
comarca.
En el marco de todas estas
reflexiones, es importante aclarar, que la responsabilidad no sólo recae en los
que metieron las manos en el biombo y salieron sorteados como por arte de
magia, sino en quiénes montaron tremendo circo. Como aquel sabio dicho popular
que profiere: “…no tiene la culpa el ciego, sino quien le suministra el
garrote…” En este nivel de la presente disertación nos lleva a otro punto de
alta relevancia como es el perfil de quienes cumplen funciones de autoridad
académica llámese rector, vicerrector o cualquier otro estatus de alta
jerarquía universitaria. Podríamos
inferir que en el caso de las mencionadas figuras, estaríamos hablando de
profesores con autoridad académica, con reconocida publicaciones en el campo de
la investigación, bien sea en revistas especializadas o trabajos investigativos
que ameriten tal respeto dentro de la comunidad académica. A grandes rasgos
estaríamos hablando de una persona con una visión integral y global del
desarrollo académico y de las necesidades inherentes a la sociedad. Pero
también es importante solvencias evidenciadas en administraciones previas, con
demostraciones de ética y respeto por el privilegio de los supremos intereses
universitarios por encima de intereses personalistas. Para algunas universidades en el contexto
nacional venezolano se ha propuesto que para optar a cargos de Rector, Rectora,
Vicerrector, Vicerrectora, Director,
Directora o su equivalente en una institución de educación universitaria son
requisitos indispensables ser profesor de carrera académica de nacionalidad
venezolana, de elevadas condiciones morales, poseer título de Doctor,
antigüedad en la institución no menor a quince (15) años, haber publicado obras
de relevancia científica o artículos indexados en su campo de especialidad en
los últimos cinco años, y tener la categoría de titular a dedicación exclusiva,
propuesta contemplada en La Universidad del Zulia.
Para finalizar cabría preguntarse,
¿Dónde está la responsabilidad para quienes terminan por anteponer intereses
personales, nepóticos, lealtades endebles, por encima de las capacidades y
vocación de quienes desean contribuir con el desarrollo de un país, sobre todo
en momentos cuando se habla de salir de un modelo rentista petrolero orientado
a la diversificación y crear una nueva manera de producir a lo interno que de
paso a un nuevo sistema productivo? Sería interesante abrir un debate serio en
tan delicada materia, para quienes hemos apostado no solo a quedarnos en
Venezuela, sino a contribuir con una visión más constructiva del país que hemos
soñado y que pareciéramos sucumbir en medio de un nidal de buitres, y especies
de alimañas que intentan tragarse y devorarse todo a su paso. Aclaramos que esta reflexión, para nada tiene
un tinte politiquero, aunque se corra el riesgo de mal sanas intenciones de
manipulación para sesgar la discusión.
Por eso se reitera, el contexto es
estrictamente dedicado a los centros de producción de conocimiento,
específicamente nuestras universidades en el sur del llano venezolano. Y es
hora, que los apureños y cualquier otro contexto llanero, podamos expresar con
respeto, con la mayor sindéresis y ética profesional, si es posible por el
camino del medio, todos estos males que intentan enquistarse en nuestra
sociedad con tendencias a que sean aceptados sin que alguien pueda pronunciarse
en contra de quienes anteponen frágil lealtades por encima de capacidades
profesionales, de auténtica vocación y que desde nuestro punto de vista, van en
franco detrimento de los intereses de la patria.
Por Roberto Bermúdez con Doctorado en
Ciencias Gerenciales, Universidad Nacional Experimental Politécnica de la
Fuerza Armada Nacional. UNEFA Venezuela.